Por Patricio Lons
Crear un movimiento nacional en
Hispanoamérica era y es muy difícil, pues el génesis nacional de nuestros
estados tiene mucho de fatuo y errado. La patria no nació de la voluntad de un pueblo, sino
de una burguesía criolla mal interesada, que tergiversó la historia para
beneficiarse ella sola de su comercio con el extranjero y sin visión alguna de
industrializar nuestra tierra. En cambio en la Mitteleuropa,
desarrollar movimientos y gobiernos patriotas fue más fácil por su pasado común
imperial, que proporcionaba una asentada civilización.
Nosotros nacimos dividiéndonos en treinta
estados, destruyendo nuestra moneda imperial hispánica de alcance global,
llamada Real de a ocho, asesinando al general Santiago de Liniers, nuestro
prócer de las invasiones inglesas y luego firmando un Tratado de comercio y
navegación con Inglaterra en 1825, que si lo seguimos en su desarrollo y
continuidad histórica, nos condiciona hasta el presente con la entrega del país
en los Tratados de Londres y Madrid firmados en los años noventa y continuados hasta
el presente.
¿Podía salir algo bueno de todo
eso en estos doscientos años? ¿O solo esfuerzos denodados con escasas
posibilidades de éxito? Tenemos próceres verdaderos asesinados, exiliados o
bombardeados.
Luego, con el correr del tiempo, se fue sustituyendo a la población nativa por asesinatos, guerras civiles e inmigración, muchas veces buena y constructiva, pero también a veces lamentable y sin raíces comunes con las nuestras. Y cuando aparece Perón como consecuencia de la historia, se encuentra con un pueblo mezcla de criollos y gringos muchas veces anarquistas y socialistas con escaso arraigo a nuestra tierra. ¡Era difícil hacer la mezcla de doctrina y de política para llegar a buen puerto, apenas alcanzaba para llegar a algún puerto!
Encima de todo, su gobierno no heredaba poder alguno, debía construirlo desde cero. Y hacerlo lleva siglos como le llevó a Inglaterra, desarrollando logias, espías, bancos y ejércitos. Perderlo también lleva siglos como lo demuestra España, cuya civilización e imperio perduró cuatro siglos hasta difuminarse y quedar latente entre sus numerosas hijas. Hay una película, La Reina, en la que actúa la actriz británica Helen Mirren, que muestra como la corona inglesa tiene un poder que asombra y sorprende a Tony Blair cuando este asume. Y podemos ver una serie llamada Secret State, con la actuación de Gabriel Byrne, que muestra a un primer ministro honesto en Downing Street 10, que se encuentra con un poder oculto al que no sabe cómo enfrentar.
Cambie, si lo desea, el nombre de Perón por el de Rosas, derrocado por traidores en quien confiaba, o por Eliecer Gaitán en Colombia, asesinado antes de las elecciones, o por el general Pérez Jiménez en Venezuela, quien luego de encaminar a su tierra por el sendero del desarrollo, tuvo que exiliarse en España, o por Gabriel García Moreno, presidente ecuatoriano, patriota y buen cristiano asesinado al salir de misa. O el general Torrijos en Panamá, también asesinado. da igual, siempre nos encontramos con proyectos patrióticos saboteados por naturales impulsados desde afuera.
El poder lleva siglos para gestarse y crecer, con el objeto de adquirir el desarrollo y dimensiones necesarios para garantizar su propia perdurabilidad y justificación y ese tiempo no lo tuvieron ni Perón, ni Rosas ni lo tenemos nosotros tampoco. Solo nos queda chocar contra nuestra realidad, ya sea porque la analicemos o porque la conjunción de amenazas que enfrentaremos en los próximos años nos hará recordar nuestro origen común en la hispanidad. Aprovechemos los principios de nuestra civilización para reunificarnos con respeto mutuo y libertad y reconstruir nuestro poder como herederos de España y apliquemos su sabiduría para la unidad, que como somos hijos del Fuero Juzgo que determinó a Carlos V cuando lo coronaron, repitamos: "Nos, que valemos más que vos, vos facemos rey en tanto respetéis nuestros fueros y libertades”.
Cuando las potencias que ya
actúan en nuestros territorios destruyendo nuestra identidad, nuestra economía
y hasta nuestro medio ambiente, se saquen las máscaras para avanzar sobre los
intereses de la patria, tomaremos (si queremos sobrevivir) la iniciativa de reconstruir nuestra
civilización aquende y allende la Mar Océano. Y viendo lo que nos queda,
podremos con férrea voluntad, retornar a nuestras raíces y tratar de recuperar
espiritualmente nuestra civilización hispano católica, para enfrentar con
entereza y esperanza en la victoria, los tiempos venideros que nos tocarán
vivir.