¡España, a ti te grito!
¿Cómo se te ocurre traer veinticinco universidades y luego irte si en las colonias anglosajonas de América los ingleses se fueron sin dejar nada?
¡Y te atreviste a hacerlas con cátedras en lenguas nativas amerindias! Encima construiste catedrales, museos, hospitales, escuelas, puertos y ciudades.
¡Y se te ocurrió construir escuelas para los hijos de los caciques y les diste la misma educación que recibían los nobles españoles!
A tal punto llegaste, que el primer informe que le presentaba a Carlos V una queja sobre las conductas de algunos encomenderos, lo escribió un indio alfabetizado y con estudios superiores en un perfecto castellano del siglo XVI.
¿Por qué les diste títulos de nobleza a los caciques? ¿No ves que luego terminaron agradecidos y peleando por el rey Fernando VII con grados militares, incluso de generales, en el ejército realista?
A diferencia del ejército de Bolivar, que contaba con 7.500 soldados y oficiales ingleses y además la flota inglesa llegando hasta El Callao. Y luego nos trajiste a nosotros, a nuestros ancestros europeos, muchos que gracias a Hispanoamérica tuvieron un lugar donde refugiarse y así huyeron de miserias y horrores de muchas guerras.
Y a muchos españoles se les ocurrió casarse con nativas ¡¡¡NOOOOOOO!!! ¡Así no se hace! ¿Acaso debiste aprender de Inglaterra y de Holanda que no dejaban vivo a nativo alguno?
Te llevaste la plata que en América no tenía valor comercial y le dejaste el 90 % de la dieta cárnica y cerealera, redujiste la siembra de cuarenta a un solo día por hectárea, unificaste un continente que no tenía conciencia de serlo, rescataste buena parte de las lenguas nativas que antes de tí eran ágrafas y que luego con la independencia se volvieron a perder.
Llevaste a los pueblos de América de la Edad de Bronce y del Neolítico a la Era Moderna.
Y trajiste al Nuevo Mundo el pensamiento griego, el orden romano, un idioma que les permitió unirse a todos los pueblos de un continente en un solo y gran imperio y una religión que acabó con el canibalismo y los sacrificios humanos que tan felices hacían a los aborígenes; bueno, a algunos, porque a las víctimas no tanto. ¡Encima te pagaron con infamias!
Por eso te lo repito, ¡me tenés podrido!
¿O me pudrieron tanto el cerebro que no puedo ver que la leyenda negra… es mentirosa?
¿A quién le conviene que yo viva engañado?
Me parece que me debo hacer muchas preguntas. Sobre todo una: ¿por qué vamos de mal en peor desde hace doscientos años?