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…¡Y Verónica limpió su rostro!


La iglesia recuerda que en el camino al Gólgota, el Monte del Calvario, una joven siente compasión por Nuestro Señor quién era atacado por la muchedumbre y le limpia el rostro. A cambio, Cristo le regala su imagen en el paño. Desde entonces, esa mujer es conocida como Verónica, del griego “verdadero rostro”.

Por Patricio Lons


Se quedó quieta, su cuerpo inmovilizado por un sentimiento que la contenía, fue fiel al testimonio y no tuvo los miedos de Pilatos, solo escuchó el dictado de su conciencia. No hubo duda en su alma. Tal vez no tuvo la voz de Claudia Prócula que le había advertido a su esposo el Procurador Romano que debía decidir el fallo más difícil de Roma. La historia se definiría con el:  “No te metas con ese justo, porque hoy he sufrido mucho en sueños por su causa” (Mt. 27, 19)

Pero tuvo el testimonio del bien viviente frente a ella. Y ahí se quedó como lo hubiera hecho una criollita fiel de nuestras pampas, quietita en medio del camino que conducía al Gólgota. Ella lo esperaba, en medio de una masa que gritaba, con su temor en el alma y dolor en el pecho; temblaba ante el espectáculo de odio. Nadie la notaba, ni soldados ni muchedumbre. Pero Él la veía, a través de la masa de furia incontenida, que su pureza lo esperaba allí. Solo debía dar unos pasos más hacia adelante.

 Sin moverse, con un paño entre sus manos, firme en su angustia y en su valor como un soldado que recibe una orden de la cual no hay que dudar, como hija amorosa que recibe un pedido de su padre que ella sabe que la quiere. Los ángeles guardianes custodiaban su figura. Nadie la tocaba. Las almas ya en desgracia, no notaban su presencia.

Su fidelidad fue premiada. La espera terminó donde sus sandalias se habían clavado en la tierra. Ahí se vieron y su manto se deslizó sobre el soberano rostro. De aquel primer susurro que le llegó a su alma a esta atronadora visión del bien frente a ella. La faz doliente de la verdad, estaba escarnecida de males y de manchas de todas las almas que habían nacido y de las que estaban por nacer. Golpes, sangre, heridas y hematomas cargaban la misericordia de Dios sufriendo por nosotros. El mal se estaba llevando toda su sangre, todas sus lágrimas y todo su dolor; parecía que iba a ganar, pero Él rescató a todas las almas que reconocieron su sacrificio. “E hizo nuevas todas las cosas”. Y en medio de esa sangre, la belleza se hizo ver. 

Quien todo lo puede le regaló su rosto. Su paño acompañante del cáliz que caminaba al Monte Gólgota se hizo eterno y su nombre es testimonio de la verdad. Vencedora de la rebelión, Verónica el verdadero rostro del bien y la belleza, que se llevará en su nombre hasta el final de los tiempos.

Autor: Patricio Lons

Nota publicada en LosPrincipios.org